Diseñando los nuevos bienes culturales comunitarios

Cómo crear un diseño que verdaderamente beneficie a la sociedad

El diseño se ha desarrollado con la industrialización, convirtiéndose en una herramienta productiva de la sociedad de consumo. Esto apenas se cuestiona por el sector del diseño. El diseño de objetos que son consumidos en la patriarcal economía de mercado es hoy en día parte de nuestra realidad. Aunque el establishment apoya esta realidad, la ética social y medioambiental arraigada en el cuidado es considerada secundaria y solo goza de importancia si no afecta a la economía de mercado y a las perspectivas de crecimiento. Esta «realidad» absurda debe cambiar. Debe darse prioridad al cuidado, colocando el crecimiento financiero no como objetivo, sino como medio para hacer posibles los proyectos sociales y medioambientales.

Como Donald Shoen describió en su libro de la década de los 70, The Reflective Practitioner, los expertos deben escuchar, ser críticos y reflexionar sobre cómo su trabajo da forma a la sociedad a cuyo beneficio está destinado principalmente. Por lo tanto, ¿qué aspecto tendría el sector del diseño si pasáramos de la posición del experto «que todo lo sabe» a una que facilita la pluralidad del conocimiento diverso y la colaboración antes que la competencia y el beneficio? ¿Tan negativo es que la autoría de la estética y la innovación sea compartida? Para quienes se preocupan por este concepto, existen actualmente muchos modelos de licencia basados en el patrimonio común que dan crédito al innovador original, pero permiten compartir sus valores futuros dentro de una determinada comunidad.

Para hacer frente a esta bestia sistémica, debemos hablar de nuestro papel como diseñadores de los futuros bienes comunes culturales y urbanos e inventar nuevos modelos de prácticas que los implementen. En el corazón de los bienes comunes está nuestra práctica relacionada con las cosas, el medio ambiente y las personas, y cómo esas relaciones están integradas en la ética del cuidado. Han sido estas preocupaciones y el espíritu empresarial social los que han impulsado el estudio interdisciplinario public works desde su implantación en 2004. El estudio opera como una organización comunal donde sus ocho miembros actuales son directores. En lugar de tener empleados, cada director trabaja con una gran variedad de colaboradores en proyectos sociales: comunidades, departamentos gubernamentales locales, organizaciones de base, políticos y otros profesionales culturales.

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Cena comunitaria, Lore of Blackfriars, comisión de arte del Southwark Council de Londres, 2019. Imagen © Monika Szolle.

Esto significa que el estudio no necesita crecer por sí mismo, lo que va en detrimento de la toma de decisiones democráticas sobre la organización y su desarrollo.  El estudio también está a salvo de los efectos impredecibles de expansión y recesión del mercado. El bienestar de los colaboradores y los socios de la red es tan importante como el bienestar del estudio de diseño. Cada miembro de public works genera proyectos que posteriormente controla intelectual y financieramente, contribuyendo con el 20% de sus honorarios a un fondo colectivo para el interés común del estudio. Los miembros fundadores actúan en un primer momento como mentores y tienen como objetivo proporcionar un entorno para la innovación y experimentación social que redunde en un cambio sistémico y social, facilitando la gobernanza horizontal y rechazando las jerarquías y las relaciones de poder patriarcales.

Los estudios de diseño pueden innovar en la creación de nuevos modos de producción y de compartir los productos culturales que den lugar a modos de cooperación en vez de a la competencia.  En public works, este entorno de cuidado y cooperación ha generado una mejor salud mental de sus miembros. Aquí, la creatividad reside en los modelos de producción, coproducción y en los incentivos para contribuir a un capital cultural colectivo.

La tierra como riqueza común

Una de las principales prioridades de public works es la protección del terreno público de las ciudades frente a la privatización. El estudio cuenta con numerosas tácticas de protección de terrenos públicos, en las que cada lugar tiene sus propias necesidades y desafíos. Es aquí donde el enfoque en el terreno y la justicia social redefine la forma en que se practican el arte, la arquitectura y el diseño.

 

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Lore of Blackfriars, comisión de arte del Southwark Council de Londres, 2019. Imagen © Monika Szolle

 

Un ejemplo de apropiación de tierras lo encontramos en una pequeña parcela situada en Roman Road al este de Londres, que public works negoció en 2014 con la asociación local de vivienda para crear una estructura temporal que acogiera eventos comunitarios a través de un programa social de base. El siguiente paso consistió en permitir que las comunidades programaran allí sus propios eventos de forma gratuita, probando a la vez otros programas y proyectos sociales que habían obtenido buenos resultados en otros lugares. La tercera etapa se basó en la documentación y reunión de pruebas generadas por este proceso creativo en los siguientes dos a cuatro años, durante los cuales las colaboraciones y asociaciones llevaron a la identificación de futuros administradores y ocupantes del lugar a largo plazo. La cuarta fase se centró en el futuro uso, la programación y la gestión del centro. Todos ellos fueron procesos colaborativos de larga duración que requirieron aptitudes para la recaudación de fondos, la creación de comunidades y la organización. En la última etapa, la estructura temporal se convirtió en un edificio permanente que fue entregado a un grupo local, garantizando un activo social y público creado desde abajo.

El desafío restante es lograr que esas organizaciones gobiernen el espacio de acuerdo con modelos democráticos de los bienes comunes sin crear homogeneidad y albergando un complejo tapiz de puntos comunes y diferencias del que puedan surgir sorprendentes comunidades y programas nuevos.

¿Cómo podemos nosotros, como una comunidad de productores culturales, posicionarnos frente a los desafíos de la sobreproducción sin sentido? public works es solo un modelo que, a través de la diversificación y la selectividad, actúa sin comprometer a la ética. La clave está en encontrar características compartidas en la diferencia y no tener miedo de arriesgarse al fracaso.

Imagen principal: Cena comunitaria, Lore of Blackfriars, comisión de arte del Southwark Council London, 2019. Imagen © Monika Szolle.